Marzo 29, 2021
Marco Antonio Campos Presidente de Asociación para el Desarrollo de Serranía Celtibérica (ADSC)
Marco A. Campos, presidente de ADSC 2021
• "Del 31 de marzo del 19 hacia acá hemos conseguido que se acuñe un término que define nuestros territorios como vaciados, algo que todavía no logro ver en qué nos beneficia."
• "Tenemos un Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que quizás si esté vaciado de contenidos y de resultados."
A la gente de ciudad siempre le han llamado la atención algunos aspectos del modo de vida que se da en los pueblos. Les parece pintoresco, cuando no grotesco o chocante. Ese fue el sentimiento que probablemente despertamos en muchos madrileños y madrileñas la mañana del 31 de marzo de 2019. Esta vez, lo pintoresco había venido a la ciudad, ya que nos habíamos reunido allí miles de gentes de pueblo, unos porque lo dice el DNI y otros muchos porque lo son de corazón, reivindicando nuestros derechos.
Y en una ciudad donde están aburridos de manifestaciones, esta cayó bien a todo el mundo. A los que nos veían pasar, a los medios de comunicación, que le dieron bastante cobertura y divulgación, y hasta a políticos de todo signo que se acercaron por allí a apoyar en la calle lo que no habían apoyado en los despachos. Ese día de pronto, eran todos de pueblo y muy rurales. Y toda esta buena acogida se debe a que caemos bien. Así es, la gente de los pueblos y nuestras reivindicaciones son bien acogidas y recibidas con buenas palabras siempre.
Nuestra lucha no va sobre cuestiones como el libre mercado, la eutanasia, el aborto o la tauromaquia. Ahí encontraríamos amigos y enemigos. Nosotros defendemos los pueblos y eso cae en gracia. Como si fuésemos una asociación que defiende a los enfermos de una enfermedad rara o a unos pobres huerfanitos. Caemos bien, porque nos ven inofensivos e indefensos.
Y además, el que más o el que menos es de un pueblo, ha estado en las fiestas de alguno o le gusta ir de casa rural de vez en cuando. Y claro, pobrecitos estos de los pueblos, como no vamos a estar de acuerdo en defender sus derechos.
Pero, ¡ay, amigo!, conseguir el beneplácito y la sonrisa complaciente de la sociedad no es conseguir que se trate con dignidad a nuestros pueblos y que sus gentes tengan garantizados los mismos derechos y servicios que en la ciudad. Y no estamos pidiendo un aeropuerto ni un hospital en cada pueblo, estamos hablando de servicios que garanticen eso que se ha llamado el estado de bienestar.
Durante la crisis económica de hace una década aproximadamente, se acusó a muchos españoles de querer vivir por encima de sus posibilidades. Eso que ya se ha olvidado en las ciudades se nos recuerda constantemente a la gente de los pueblos. Y sí, en los pueblos, como en la ciudad, necesitamos vivir por encima de nuestras posibilidades, porque un vecino o vecina de un pueblo no puede tener una ambulancia en la puerta de su casa, una unidad de bomberos para apagar un incendio o un médico particular. Necesitamos que nos presten esos servicios y eso evidentemente está por encima de nuestras posibilidades y parece que tenemos que pedir perdón por ello cada día.
Reivindicamos el vivir por encima de nuestras posibilidades, como así viven los habitantes de la ciudad. Reivindicamos vivir con dignidad. Y no nos vamos a conformar con conseguir que se hable de nosotros o acuñar una marca que nos defina. Para salir en la tele ya teníamos el Gran Prix del verano, y otros programas que todavía hoy buscan en el pueblo al Paco Martínez Soria de turno, porque es lo que les hace gracia.
Del 31 de marzo del 19 hacia acá hemos conseguido que se acuñe un término que define nuestros territorios como vaciados, algo que todavía no logro ver en qué nos beneficia. Podríamos hablar de una España menospreciada, porque así nos sentimos a veces. Podríamos hablar de una España abandonada o de territorios abandonados por la administración, que ha visto desde la transición hasta hoy una europeización del país, que se ha notado en las urbes y bastante menos en los pueblos.
Ahora que se habla del derecho a la eutanasia, podríamos hablar de «demotanasia», término que define y refleja esa muerte lenta de muchos de nuestros pueblos debido a su decrecimiento poblacional y a ese abandono y menosprecio al que hemos sido y seguimos estando sometidos. Podríamos hablar también de esa actitud egoísta de mucha gente que actúa con el pueblo como los forofos de un equipo de fútbol que cuando gana dice hemos ganado y cuando pierde su equipo dice: pero qué malos son estos. Esa actitud aplicada al pueblo es la de esos que se dan golpes de pecho y son muy del pueblo de toda la vida para lo bueno, pero que ante la dificultad hablan del pueblo en tercera persona como si los problemas siempre los tuviera que resolver otro sin que puedan aportar nada más que la crítica.
Y sí, hay pueblos vaciados de gente. Esos difícilmente se volverán a llenar. Es más, las reivindicaciones que centran el discurso de los principales promotores de la «España Vaciada» no se centran en ellos, ya que las inversiones europeas y estatales buscan más aquellos lugares donde todavía hay empresas, diputaciones, cámaras de comercio, «ceoes» y similares. Hay pueblos como el mío, el que todavía hay mucha gente, y el problema es que la gente joven se marcha y la mayor es cada vez más mayor.
Pero no estamos vacíos ni vaciados. Tenemos un gran patrimonio. Una calidad de vida que para algunos es mucho mejor que la que se da en las ciudades. No nos sentimos ni vacíos ni vaciados. Nos sentimos llenos. Con el alma, el corazón, la vista y las ganas llenas de todas las cosas imprescindibles para sentir eso que se define como vivir y con más tiempo que en las ciudades para disfrutar de la vida.
Nuestra lucha, nuestra preocupación y nuestro empeño es conseguir que perdure este tesoro que tenemos. Quien considera el entorno rural y nuestros pueblos como algo vacío o vaciado quizás busque en ellos cosas que echa de menos de la ciudad.
Evidentemente necesitamos conseguir muchísimos avances en materia de política fiscal, de educación, de sanidad, de transporte, de servicios sociales, etc. Y ese camino se debe recorrer pensando en la España rural o España menos poblada que está presente en distintas provincias de este país, no pensando en intereses uniprovinciales, y sin la necesidad de hacer un partido político por provincia, que caerá simpático a casi todo el mundo, pero que la mayoría de las veces de poco servirá, al menos al conjunto de la España Rural.
Conmemorar el 31 de marzo, es dar por bueno que hay una España Vaciada y que ese día se logró algo grande. Dando por bueno que algo grande es que nos sacaran en la tele y nos abrieran las puertas de cuatro despachos, pero para conseguir qué.
Tenemos un Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que quizás si esté vaciado de contenidos y de resultados. Tenemos un diputado que ha conseguido, por ejemplo, mejorar el transporte para su provincia. Y es nuestro ejemplo y casi nuestro héroe, y para seguirle se propone crear partidos de ese estilo. Es decir, se propone dividirnos. Como estrategas necesitamos mejorar.
Porque hay que pensar en todos los territorios de la España menos poblada. Porque utilizando un símil agrario, aquí hay quien quiere utilizar una gran maquinaria para sembrar pero prefiere cosechar a mano. Es decir, para sembrar, para que se me escuche y se me vea y ser multitud, utiliza el término España de apellido Vaciada que se ve que ha caído bien. Eso sí, para la recolecta utiliza otras herramientas más pequeñas de tamaño provincial y sólo recoge frutos europeos. Porque según la fórmula que nos interesa aplicar damos unas cifras de densidad demográfica en unas pocas provincias determinadas, y así el resto se queda fuera. Pero el día 31 de marzo para tocar las campanas no se aplica ese criterio ¿no? Para eso, cumplimos todos el criterio. Como diría un personaje de Amanece que no es poco, «Me parece a mí, que tenéis un cuajo…».
Poco hay que celebrar el 31 de marzo. Eso sí, si tocamos campanas en la plaza mayor de cada pueblo o hacemos una tamborrada nos sacarán en todos los telediarios y darán algo de cuartelillo a nuestras quejas. Porque les caemos de maravilla, aunque hasta la fecha nos esté sirviendo de poco a los pueblos, y mucho menos a los que en ellos viven cada día del año.
Marco Antonio Campos